viernes, 28 de septiembre de 2007

La Noticia Invisible


Entre desesperadas especulaciones y abultados titulares se vivió la víspera del pronunciamiento de la Corte chilena. El fallo, correcto o no, justo o políticamente gentil, agripado de letargo o compungido de honores, se resolvió a favor de la extradición. De todas formas eso, para mí, no importaba más que los encuentros del Perú en la copa Davis (el tiempo terminó dándome la razón, clasificamos). Lo dramático, y peco de sutil, fue el fracaso de los medios en la cobertura de la noticia. El melodrama no tuvo final perceptible: ¡nunca vimos bajar del avión a Fujimori! Toda una mañana desperdiciada por culpa de la decadente comunicación, que si salía en la noche, que si lo hacía a primera hora del día, que si a las doce, en fin, la menos merecida espera para alguien que de interesante no tiene nada (aunque Sally Bowen crea lo contrario).

Pero, claro, muy alegres todos al toparse con la mediocre foto de EFE en todos los diarios nacionales. Esa imagen, tomada en Santiago fue la única foto que muestra al extraditado ya detenido. Esa foto, algo buena, será la única prueba del suceso. Suceso del que se viene hablando hace seis años cuando el presidente renunció.

Seis años no bastaron para planificar el momento, seis años fueron insuficientes para la pobre capacidad de nuestra prensa. Seguro que fue la peor cobertura que jamás he visto y conociendo a la prensa peruana supongo no será la última. En cada canal el corresponsal llenaba los minutos que tardaba en aterrizar el antonov comentando las condiciones en las que Fujimori sería recluido, las visitas que tendría permitidas, la comida, etc. Fue entonces cuando la cara del reportero sale de foco y se ve al avión que pasa de largo, algún entusiasta atinó a decir “si, si, ese es el avión alistando el aterrizaje... haber, haber, no, no, parece que pasa de frente...”. El avión nunca aterrizó donde se esperaba; la prensa extranjera enrumbó, temiendo perder la noticia (así fue), a la base Las Palmas, la prensa nacional estableció el enlace con el nuevo punto de aterrizaje y la portátil fujimorista soltó los globos como diciendo “aquí, aquí”. Cinco minutos después el avión aterrizó en Las Palmas con pocos periodistas nacionales, nada de prensa foránea y quizás lo más gracioso, ningún amnésico partidario.

El momento del descenso del avión fue esperadísimo, pero la cámara, mal ubicada y con el zoom en digital, no pudo captar nada. Con Fujimori en el helicóptero la esperanza aún no desaparecía para quienes querían ser parte del momento único. Ya en la DIROES, la decepción fue mayor cuando vimos una camioneta cuadrada a un metro de la puerta de la nave. Fue tan cómico y patético escuchar a los periodistas lamentarse por no poder captar alguna imagen, que casi echo a llorar de rabia, risa y vergüenza a la vez.

Entre todo, me sigo dando de bruces cuando pienso que una imagen pudo haber asentado profundamente la idea, tan despedazada, de justicia en la población. No de triunfo, sino de justicia y consecución. De ver cómo se pagan los errores y de cómo actúa la democracia, o bueno, el sueño al que se le llama así. Eso era lo importante, el ícono que nunca se logró mostrar. Sólo queda lamentar la desgracia de la situación y la tragedia que significa no haber podido vivir a plenitud aquel tan periodístico momento.


Por Santiago Gómez

sábado, 8 de septiembre de 2007

La poesía en Cardenal


“Bienaventurado el hombre que no sigue las consignas del Partido
ni asiste a sus mítines
ni se sienta en la mesa con los gángsters
ni con los Generales en el Consejo de Guerra
Bienaventurado el hombre que no espía a su hermano
ni delata a su compañero de colegio
Bienaventurado el hombre que no lee los anuncios comerciales
ni escuchas sus radios
ni cree en su slogans
…Será como un árbol plantado junto a una fuente”

Salmo 1, Ernesto Cardenal.


Tiene 82 años, una obra publicada en 20 idiomas, más de 200 ediciones y una vida maravillosa. “Su poesía postuló siempre el amor como trascendencia universal”, han señalado un gran número de intelectuales y escritores que han propuesto a Ernesto Cardenal para el Premio Nobel de la Literatura. El sacerdote de cotona larga, blanca barba y boina negra es una leyenda viviente y uno de los poetas vivos más importantes de la literatura latinoamericana.

La pobreza de un pueblo, un sueño de justicia, un espíritu de lucha, una posición política, una sensibilidad inmensa, Dios, algo que decir y escribir han hecho de Ernesto Cardenal un ser imprescindible para la literatura y la historia. Los distintos apoyos, las voces que respaldan su candidatura han sido por estos días una noticia grata, justa, coherente y de una alegría excesiva. Ernesto Cardenal ha hecho de su existencia una mezcla armónica de poesía, política y religión. Como presagio de algo grande, Granada le vio nacer; León, escribir los sus primeros versos. Estudio con los padres jesuitas en un colegio donde ya lo habían hecho los escritores vanguardistas José Coronel Urtecho y Pablo Antonio Cuadra. Coronel fue un maestro, una influencia, una calidad literaria para Cardenal; quien sostuvo alguna vez de aquel: “Si Nicaragua vuelve a dar otro nombre a la literatura mundial, de no ser Coronel Urtecho, se deberá, al menos en mucha parte a él”.

Amó y estudio letras y filosofía en México, donde conoció a Rafael Heliodoro y a Ernesto “Tito” Monterroso. Comprometido en la lucha contra el general Anastasio Somoza, en 1954 participó en la fracasada conjura que pretendía derrocar al dictador. Se ordenó sacerdote en 1965 y creó en su país la abadía de Solentiname, poderoso foco de la revolución de la vida cultural y religiosa iberoamericana que fuera destruido por orden de Somoza. Fue ministro de Cultura en el gobierno revolucionario sandinista. De esa época (marzo de 1983) data la amonestación pública que le hizo el Papa Juan Pablo II, al visitar Nicaragua, por mezclar la religión con la revolución.

Si algo es redundante y necesario, cuando se habla de la poesía de Cardenal, es el hecho de que la lírica contemporánea no sería la misma sin él. El poeta nicaragüense ha dotado a la poesía de una apertura total hacia temas actuales, vivos, inmediatos, desapercibidos en contraposición a otros poetas, que prefirieron temas abstractos o filosóficos. Con la profundidad de estos últimos, sus líneas encuentran al hombre común perdido y traicionado, y hasta a veces inconsciente de ello, que se sienta para caminar el los lapsos de su existencia.

En la poesía de Cardenal habitan una diversidad de asuntos que hasta entonces no habían entrado en la poesía, por ser considerados propios de la prosa: los alegatos contra las dictaduras, la nostalgia de la patria lejana, la cotidiana experiencia, la calidez y la sensualidad del amor, un espacio para la espiritualidad, la crisis humana, el otro lado del hombre, el misticismo religioso, y el humor. Con su poética ha iniciado una renovación en las letras de su país y una nueva visión de la poesía.

Su obra ha acuñado una tendencia realista que se compromete con su mundo, con la política militante, con el ciudadano ordinario, con el hombre que la realidad no le permite ser. Tiene su obra un carácter que revoluciona el espíritu, los órdenes humanos y que empuja al hombre mismo a la consecución de ideales como la justicia y la lucha por la igualdad. Su palabra es democrática. Se ordena como una forma de oración, una plegaria que no se aparta del sueño. Denuncia. Pero posibilita la risa, el lamento y la pena por ese mundo que huye de las manos del mismo hombre. En esa medida también sus palabras son recurso surrealista de lenguaje urbano, desgarrado, vehemente, enérgico y a veces aliterario. Sus poemas, de los más ricos en el panorama hispanoamericano del siglo XX.

"En la larga noche oscura de dolor y muerte que asoló nuestro suelo durante 17 años de cruel dictadura militar la voz y los versos del poeta, enamorado de Jesús y de Sandino, nos ayudaron a sostener la lucha y esperanza que aún nos alienta cada mañana al despertar", ha mencionado el poeta Reynaldo Lacámara, presidente de la Sociedad de Escritores de Chile, dando venia a la reconocida candidatura.

Conociendo lo incoherente que es la historia, y el hombre mismo; los que hemos gozado de sus líneas soñamos que justamente sea premiado, aunque si no lo es…no importa; porque al igual que otros grandes escritores, Ernesto Cardenal se merece un premio que no se da en este mundo. ¿Cuántas palabras son necesarias? ¿Cuántas, se pueden decir de la poesía de Cardenal? La respuesta, estimado lector, mágicamente… está flotando en el aire, habitando en sus libros, revoloteando en el corazón.


Por Frank Córdova

Nerón y su quijada vuelven

Luego de un mes de para, los redactores de esta bitácora regresan con ánimos nuevos y más clases de redacción escuchadas (esperemos que este factor influya en nuestra lectoría).

La actualidad política y cultural suponen suficientes razones para que Nerón se frote la quijada y opine a voz alzada.