lunes, 12 de noviembre de 2007

Lo cortés no quita lo peruano

“Chile” es algo más para los peruanos que un sureño vecino. “Chile” es, a menudo, motivo para proferir las mil y unas posibilidades de agravio, en la que se vuelca uno de los resentimientos nacionalistas más intensos y se vislumbran los oscuros complejos del peruano. Hablar de Perú y Chile, que muchas veces suena a “Perú vs. Chile”, es un tema delicado. Muchos intelectuales peruanos e historiadores, acertadamente a mi modesto parecer, han afirmado que la Guerra con Chile forma parte -juntamente a la Colonización Española y la época del terrorismo- de los tres grandes traumas de la vida e historia nuestro país. Eso agrava la intervención quirúrgica de mis palabras.

Un país es lo que es su historia y su nobleza, y las naciones se construyen edificando cultura. El martes 6 de noviembre, Chile nos dio una lección más: ha construido más Perú que algunos políticos corruptos asilados en el poder, o que algún peruano común y corriente como usted o yo. Chile ha contribuido con la devolución de 3788 libros ha reparar una brecha de nuestra historia, a conquistar uno de los mejores tesoros de una nación: su pasado. Esas 238 cajas devueltas contenían un pedazo del Perú de 126 años de antigüedad. Entre esos ejemplares devueltos abundan obras consideradas “incunables” al haber sido impresas en el siglo XVI; del mismo modo, que documentos que dan conocimiento de la ciencia de aquellas épocas, lo que ratifica el preciado valor de antigüedad y rareza. Esto, como lo sostiene el doctor Hugo Neira, duplicará el valor bibliográfico de la Biblioteca Nacional del Perú.

En este país, como lo digo Jaime Bayly, “la queja es un deporte nacional”; y un cercano amigo me ha dicho, dándole fe al controversial escritor, que hubiera sido mejor que se quedaran en Chile porque allí los conservarán mejor. Incierto o no, el gesto chileno ha sido admirable y ha de ser saludado con gratitud, que hasta el mismo Palma rendiría. Nuestra gratitud no es una muestra de humillación, muy por el contrario, la manifestación de una lección aprendida y dada. Sin la obligación de hacerlo, la vecina nación nos ha ayudado a conservar nuestra memoria, a consolidar nuestra identidad y a enriquecer nuestro patrimonio cultural. Es la cultura la mejor herencia a las generaciones; más aún cuando nuestra niñez se ubica en el último puesto en evaluaciones de competitividad educativa, y nuestra población estudiantil no opera satisfactoriamente procesos matemáticos, ni entiende lo que lee.

La devolución, en momentos como estos, donde los líos marítimos y las discrepancias nacionales se acentúan, demuestra que existen personas capaces de construir una cultura de paz entre países divididos por las ignorantes idiosincrasias y tradicionales complejos. Es una consolidación en las relaciones bilaterales de las naciones y un camino que abre senderos de desarrollos y cooperaciones culturales hasta económicas. Y es valioso en la medida que resulta absolutamente viable en una época donde los países no se entienden con la fuerzas de las armas, sino con el diálogo.

He vuelto a esas “Páginas Libres”, para dejar que las magistrales palabras de Manuel Gonzáles Prada floten oportunamente: “Nada tan hermoso como derribar fronteras y destruir el sentimiento egoísta de las nacionalidades para hacer de la tierra un solo pueblo y de la humanidad una sola familia”. “El patriotismo es la pasión de los necios y la más necia de las pasiones”, dijo Schopenhauer sin pensar en peruanos y chilenos.

Para esos “peruanos de partidos de eliminatorias” y de “Siestas”, perdón, pensé en los de “Fiestas Patrias”, que con peruana virilidad ofende al vecino sureño, quedan aquellas palabras del Don Manuel: “La patria no es solo el pedazo de tierra que hoy bebe nuestras lágrimas y mañana beberá nuestra sangre, sino también el molde especial en que se vacía nuestro ser, o mejor dicho, la atmósfera intelectual y moral que respiramos”. Y para el chileno desarrollado, no precisamente con Pisco, un brindis a la salud de su grandeza porque, querido lector, “lo cortés no quita lo valiente, ni lo peruano”.


Por Frank Córdova

viernes, 9 de noviembre de 2007

Entre Cueto, Bryce, la siesta y mi falta de argumento


Martes, dos de la tarde, hambre satisfecha, sueño trepidante y periódico aún no leído. Página 12, cultural, columnas, Alonso Cueto. Pues bien, estoy dispuesto a zamparme una suave crítica de algún libro o leer que el Perú sigue jodido en comprensión lectora. Pero no. Hoy el destino premió mi fidelidad a la columna cultural de Cueto. El buen Alonso estaba dispuesto a contarme de qué va el nuevo libro de Bryce. La cara me cambió y los colores se hicieron en mis cachetes. Encandilado por tener a dos genios de la narrativa juntos en una columna, me dispuse a leerla. El nuevo libro de Bryce tiene de título Las obras infames de Pancho Marambio, es una novela y está protagonizada por Bienvenido Salvador Buenaventura, está ambientada en Barcelona y el autor la ha considerado como uno de los tantos tributos a sus amigos, algunos de los cuales aparecen íntegramente retratados. Hablar más de la obra sería una pretensión, no la he leído y, de haberlo hecho, sin duda le dejaría el honor a mi compañero de redacción en esta bitácora, que tan bien conoce a Don Alfredo.

En buena hora Bryce lanza su novela, luego de la infame campaña en su contra, que por cierto no sorprende (los peruanos somos expertos en traernos abajo entre nosotros). Bryce demuestra que su carrera no está en declive, aún faltan muchas cuartillas por llenar, muchas bromas por contar y muchas historias por imaginar. Y es que para inventar existen estos maestros y para leer sus invenciones existimos todos. Cómo me hubiera gustado leer un artículo de Bryce referido a la última novela de Cueto (El susurro de la mujer ballena) -que por cierto está magistralmente contada en la voz de una mujer- en donde se refleje la tan añeja amistad entre estos escritores.

Desde este espacio va el reconocimiento a la obra de dos grandes maestros que parecen no estar sujetos al tiempo, que sorprenden de tanto en tanto y que son tan poco voceados en los pabellones universitarios. Con el reconocimiento van también las rabias del público lector piurano que tiene que conformarse con los precios de una sola librería. Ese lector que aprieta los dientes al escuchar los precios y que exige a gritos la competencia en el mercado que fuerce a reducir los precios de libros originales.

Con los ojos entrecerrados terminé de leer la columna, tiré el periódico debajo de la cama y me encontré pronto a la siesta. Ya despierto y despabilado me propuse comentarla en la bitácora que tengo, no para hacer tributo, ni para adular mis diversiones, tampoco para incentivar la lectura o para justificar mi ínfima experiencia en las ciencias de la opinión, menos aún para traerme abajo a Zeta Bookstore, sino para probar qué se siente escribir algo sin haberme propuesto un tema preciso. Ud. lector, disculpe el atrevimiento.


Por Santiago Gómez

sábado, 20 de octubre de 2007

La China Comedia


La extradición del ex presidente peruano, Alberto Fujimori, constituyó un hecho histórico que marcará indeleblemente la vida pública de nuestro país. Desde su llegada sus seguidores han montado uno de los circos más grotescos y escandalosos de la historia peruana. Han sido muchas las puestas en escena y los actos circenses que hemos tenido que observar los peruanos que aún atesoramos recuerdos de ese nefasto régimen en el que nos tocó sobrevivir: una envalentonada Keyko exigiendo un trato VIP para su padre y aprovechando la oportunidad para amenazar y cuadrar al gobierno aprista; un aserranado Kenyi haciendo proselitismo político en zonas marginadas; un ramillete de floridos congresistas y ex congresistas fujimoristas haciendo público su acto de fe fundamentalista, salmodiando a su patrono nipón con tono lejano a ese acto de abandono que les hizo su padre, cuando fugó del país en el 2001, con cuanta maleta pudo; una portátil en las calles y en los aeropuertos; una tira de amnésicos peruanos que alababan la vuelta del “chino pródigo”.

El oficialismo musitó su palabra desentendida. Luego montó un show que bien se puede bautizar con aquello a lo que su víctima, en antaño, llamó “andamiaje”. El pescado no era precisamente el chino, sino el cholo. El salvado fue Alva Castro y de refilón, otra vez: el chino; el cual rendiría, al día siguiente de la suspensión de las sesiones del laborioso Congreso de la República por el escándalo toledano, sus primeras manifestaciones por los juicios que debía afrontar. Pero todo se suspende en el Perú, el país de las maravillas. Y no nos desgarremos tanto que todavía falta. Porque faltan las palabras para describir el mini Marriot en el que iba a retozar el ex prófugo. Un inmueble amoblado de tal forma que constituye toda una ofensa para el peruano de clase media y baja que se pasa la vida, con sangre, sudor y trabajo materializando el sueño de su casa propia; casita que no tiene comparación con el apartamento de un señor extranjero que nos mintió, nos encajó la “yuca” y se fue a su natal Japón para que volver haciendo escala en el sureño país, en un momento en el que nos hallábamos en tensiones limítrofes.

Quizá lo menos gracioso de nuestra comedia es que el estado actual de nuestra justicia no presta las garantías para un proceso justo. Aún deambulan por ahí malos funcionarios y corruptos jueces, autoridades a las que conviene que Fujimori no cante.

Los peruanos pese a la fragilidad de la memoria humana, y a un ignorante y sectario fujimorismo fundamentalista, no hemos olvidado la extorsión de medios de comunicación y la privación de la libertad de expresión; las muertes y las violaciones a los derechos humanos, testificadas deliberadamente por la decisión de Fujimori de retirar al Perú de la Corte de Derechos Humanos; la institucionalización de la corrupción en nuestros tres poderes del Estado; la compra de jueces y la paternidad de los “tránsfugas”; los intensos vínculos con el narcotráfico que llegaron al escandaloso punto de camuflar cocaína en el avión presidencial y del compadrazgo de Montesinos con “Vaticano”, “Cachique Rivera” y el “Lunarejo”; la asociación para delinquir con altos mandos militares, y otra larga serie de delitos. Todos estos hechos que no pueden ser justificados, bajo ninguna forma, por una exageradamente alabada estabilidad económica.

Un juicio justo e igualitario es un homenaje a la verdad, a la sedienta necesidad de justicia de nuestra nación, a la memoria de tantos muertos y de tantas víctimas del abuso y la violación de sus derechos. Esta es la oportuna posibilidad que tiene nuestro Poder Judicial para demostrar que aún cree en esa justicia verdadera, que no elige el olvido y la impunidad de actos criminales y de corrupción. Para consuelo nacional existen pruebas, documentos y testimonios que hacen jurídicamente posible, quizá como único camino, la condenación del ex dictador.


Por Frank Córdova

viernes, 28 de septiembre de 2007

La Noticia Invisible


Entre desesperadas especulaciones y abultados titulares se vivió la víspera del pronunciamiento de la Corte chilena. El fallo, correcto o no, justo o políticamente gentil, agripado de letargo o compungido de honores, se resolvió a favor de la extradición. De todas formas eso, para mí, no importaba más que los encuentros del Perú en la copa Davis (el tiempo terminó dándome la razón, clasificamos). Lo dramático, y peco de sutil, fue el fracaso de los medios en la cobertura de la noticia. El melodrama no tuvo final perceptible: ¡nunca vimos bajar del avión a Fujimori! Toda una mañana desperdiciada por culpa de la decadente comunicación, que si salía en la noche, que si lo hacía a primera hora del día, que si a las doce, en fin, la menos merecida espera para alguien que de interesante no tiene nada (aunque Sally Bowen crea lo contrario).

Pero, claro, muy alegres todos al toparse con la mediocre foto de EFE en todos los diarios nacionales. Esa imagen, tomada en Santiago fue la única foto que muestra al extraditado ya detenido. Esa foto, algo buena, será la única prueba del suceso. Suceso del que se viene hablando hace seis años cuando el presidente renunció.

Seis años no bastaron para planificar el momento, seis años fueron insuficientes para la pobre capacidad de nuestra prensa. Seguro que fue la peor cobertura que jamás he visto y conociendo a la prensa peruana supongo no será la última. En cada canal el corresponsal llenaba los minutos que tardaba en aterrizar el antonov comentando las condiciones en las que Fujimori sería recluido, las visitas que tendría permitidas, la comida, etc. Fue entonces cuando la cara del reportero sale de foco y se ve al avión que pasa de largo, algún entusiasta atinó a decir “si, si, ese es el avión alistando el aterrizaje... haber, haber, no, no, parece que pasa de frente...”. El avión nunca aterrizó donde se esperaba; la prensa extranjera enrumbó, temiendo perder la noticia (así fue), a la base Las Palmas, la prensa nacional estableció el enlace con el nuevo punto de aterrizaje y la portátil fujimorista soltó los globos como diciendo “aquí, aquí”. Cinco minutos después el avión aterrizó en Las Palmas con pocos periodistas nacionales, nada de prensa foránea y quizás lo más gracioso, ningún amnésico partidario.

El momento del descenso del avión fue esperadísimo, pero la cámara, mal ubicada y con el zoom en digital, no pudo captar nada. Con Fujimori en el helicóptero la esperanza aún no desaparecía para quienes querían ser parte del momento único. Ya en la DIROES, la decepción fue mayor cuando vimos una camioneta cuadrada a un metro de la puerta de la nave. Fue tan cómico y patético escuchar a los periodistas lamentarse por no poder captar alguna imagen, que casi echo a llorar de rabia, risa y vergüenza a la vez.

Entre todo, me sigo dando de bruces cuando pienso que una imagen pudo haber asentado profundamente la idea, tan despedazada, de justicia en la población. No de triunfo, sino de justicia y consecución. De ver cómo se pagan los errores y de cómo actúa la democracia, o bueno, el sueño al que se le llama así. Eso era lo importante, el ícono que nunca se logró mostrar. Sólo queda lamentar la desgracia de la situación y la tragedia que significa no haber podido vivir a plenitud aquel tan periodístico momento.


Por Santiago Gómez

sábado, 8 de septiembre de 2007

La poesía en Cardenal


“Bienaventurado el hombre que no sigue las consignas del Partido
ni asiste a sus mítines
ni se sienta en la mesa con los gángsters
ni con los Generales en el Consejo de Guerra
Bienaventurado el hombre que no espía a su hermano
ni delata a su compañero de colegio
Bienaventurado el hombre que no lee los anuncios comerciales
ni escuchas sus radios
ni cree en su slogans
…Será como un árbol plantado junto a una fuente”

Salmo 1, Ernesto Cardenal.


Tiene 82 años, una obra publicada en 20 idiomas, más de 200 ediciones y una vida maravillosa. “Su poesía postuló siempre el amor como trascendencia universal”, han señalado un gran número de intelectuales y escritores que han propuesto a Ernesto Cardenal para el Premio Nobel de la Literatura. El sacerdote de cotona larga, blanca barba y boina negra es una leyenda viviente y uno de los poetas vivos más importantes de la literatura latinoamericana.

La pobreza de un pueblo, un sueño de justicia, un espíritu de lucha, una posición política, una sensibilidad inmensa, Dios, algo que decir y escribir han hecho de Ernesto Cardenal un ser imprescindible para la literatura y la historia. Los distintos apoyos, las voces que respaldan su candidatura han sido por estos días una noticia grata, justa, coherente y de una alegría excesiva. Ernesto Cardenal ha hecho de su existencia una mezcla armónica de poesía, política y religión. Como presagio de algo grande, Granada le vio nacer; León, escribir los sus primeros versos. Estudio con los padres jesuitas en un colegio donde ya lo habían hecho los escritores vanguardistas José Coronel Urtecho y Pablo Antonio Cuadra. Coronel fue un maestro, una influencia, una calidad literaria para Cardenal; quien sostuvo alguna vez de aquel: “Si Nicaragua vuelve a dar otro nombre a la literatura mundial, de no ser Coronel Urtecho, se deberá, al menos en mucha parte a él”.

Amó y estudio letras y filosofía en México, donde conoció a Rafael Heliodoro y a Ernesto “Tito” Monterroso. Comprometido en la lucha contra el general Anastasio Somoza, en 1954 participó en la fracasada conjura que pretendía derrocar al dictador. Se ordenó sacerdote en 1965 y creó en su país la abadía de Solentiname, poderoso foco de la revolución de la vida cultural y religiosa iberoamericana que fuera destruido por orden de Somoza. Fue ministro de Cultura en el gobierno revolucionario sandinista. De esa época (marzo de 1983) data la amonestación pública que le hizo el Papa Juan Pablo II, al visitar Nicaragua, por mezclar la religión con la revolución.

Si algo es redundante y necesario, cuando se habla de la poesía de Cardenal, es el hecho de que la lírica contemporánea no sería la misma sin él. El poeta nicaragüense ha dotado a la poesía de una apertura total hacia temas actuales, vivos, inmediatos, desapercibidos en contraposición a otros poetas, que prefirieron temas abstractos o filosóficos. Con la profundidad de estos últimos, sus líneas encuentran al hombre común perdido y traicionado, y hasta a veces inconsciente de ello, que se sienta para caminar el los lapsos de su existencia.

En la poesía de Cardenal habitan una diversidad de asuntos que hasta entonces no habían entrado en la poesía, por ser considerados propios de la prosa: los alegatos contra las dictaduras, la nostalgia de la patria lejana, la cotidiana experiencia, la calidez y la sensualidad del amor, un espacio para la espiritualidad, la crisis humana, el otro lado del hombre, el misticismo religioso, y el humor. Con su poética ha iniciado una renovación en las letras de su país y una nueva visión de la poesía.

Su obra ha acuñado una tendencia realista que se compromete con su mundo, con la política militante, con el ciudadano ordinario, con el hombre que la realidad no le permite ser. Tiene su obra un carácter que revoluciona el espíritu, los órdenes humanos y que empuja al hombre mismo a la consecución de ideales como la justicia y la lucha por la igualdad. Su palabra es democrática. Se ordena como una forma de oración, una plegaria que no se aparta del sueño. Denuncia. Pero posibilita la risa, el lamento y la pena por ese mundo que huye de las manos del mismo hombre. En esa medida también sus palabras son recurso surrealista de lenguaje urbano, desgarrado, vehemente, enérgico y a veces aliterario. Sus poemas, de los más ricos en el panorama hispanoamericano del siglo XX.

"En la larga noche oscura de dolor y muerte que asoló nuestro suelo durante 17 años de cruel dictadura militar la voz y los versos del poeta, enamorado de Jesús y de Sandino, nos ayudaron a sostener la lucha y esperanza que aún nos alienta cada mañana al despertar", ha mencionado el poeta Reynaldo Lacámara, presidente de la Sociedad de Escritores de Chile, dando venia a la reconocida candidatura.

Conociendo lo incoherente que es la historia, y el hombre mismo; los que hemos gozado de sus líneas soñamos que justamente sea premiado, aunque si no lo es…no importa; porque al igual que otros grandes escritores, Ernesto Cardenal se merece un premio que no se da en este mundo. ¿Cuántas palabras son necesarias? ¿Cuántas, se pueden decir de la poesía de Cardenal? La respuesta, estimado lector, mágicamente… está flotando en el aire, habitando en sus libros, revoloteando en el corazón.


Por Frank Córdova

Nerón y su quijada vuelven

Luego de un mes de para, los redactores de esta bitácora regresan con ánimos nuevos y más clases de redacción escuchadas (esperemos que este factor influya en nuestra lectoría).

La actualidad política y cultural suponen suficientes razones para que Nerón se frote la quijada y opine a voz alzada.

miércoles, 1 de agosto de 2007

¡Firmes…marchen!


“Queridos padres de familia, como es sabido, mañana se realizará el desfile escolar conmemorando el Centésimo octogésimo sexto aniversario de la independencia del Perú. Les pedimos prestar atención en los accesorios necesarios para que la participación de su hijo(a) sea memorable. A continuación, la lista de atuendos que los alumnos deberán traer: Inicial: rifle pequeño de madera o de plástico, disfraz de comando (incluida boina) y botas negras; primaria y secundaria: uniforme escolar, escarapela, guantes y escarpines blancos. El desfile se realizará en las afueras del colegio a partir de las 11 am. Este año contaremos con la gratísima presencia del Sr. Alcalde y de cuatro representantes del Ministerio de Educación. Esperamos su puntual asistencia. Atentamente, la Dirección”

Se celebran fiestas patrias y en los colegios sí que se nota. El desfile escolar se convierte en la mayor preocupación, y así, en la más escalofriante forma de sacar pecho por el Perú.

Pasa que aún existen los que creen que un arma es símbolo de fuerza, pasa que si uno no levanta bien la pierna no es peruano, pasa , también, que si el muchachito no gritó con endemoniada rudeza viva el Perú no es macho, en conclusión, pasa que nos quedamos, una vez más, en el desamparo de la superficialidad. Creen rendir honores a la patria emulando la brusquedad de la milicia, y claro, tienden a asociar la valentía con la fuerza física y el erguido andar. Sin embargo, muy seguros de ellos mismos, reniegan de la invasión a Irak. Vaya contradicción.

Queda claro que las clases perdidas y los gastos numerosos son una “importante inversión”. Pero si pensamos, tan sólo un poco más allá, entenderemos estas frígidas costumbres como algo completamente innecesario. ¿De qué sirve todo esto?, ¿es mejor peruano uno cuando marcha?, ¿hay alguien, tan elevadamente correcto, que pueda determinar si se es mejor peruano con la escarapela más centrada?, sinceramente, no lo creo. No sólo reniego de la banalidad de un desfile escolar sino de todo lo que éste trae consigo. El sentido que el alumno y el profesor le han dado al desfile escolar es limitante. Por el lado más gráfico se esperan con ansias las horas de ensayo, lógico, menos clases, más relajo. Por el lado más estremecedor ―ahora refiriéndome a lo limitante de ésta práctica― se concibe al desfile como la más importante, por esto, la más usual, forma de alagar al Perú en épocas escolares. Así, con esta indirecta exclusión, se tiene al arte como un medio secundario para demostrar el cariño al terruño: un poema, un baile o una pintura no caben en la rigurosidad del desfile escolar. Y si en términos de libertad hablamos, no somos muy libres (ni creativos) haciendo por once años las mismas maromas militares.

Seguro habrán quienes piensen al desfile como arte (el derecho a considerarlo así es todo suyo). Seguro, como ellos, estoy de la apatía del escolar promedio con los gritos del profesor cuando de sincronizar el brazo y la pierna se trata. Es que marchar es una obligación muy mal fundamentada por quienes la consideran útil. En fin, si el talento y la creatividad, de la que tanto nos jactamos, siguen escondidos tras el enorme muro de la tradición y la cucufatería, habrá, entonces, que seguir obedeciendo al “¡firmes…marchen!”.


Por Santiago Gómez

martes, 31 de julio de 2007

Peruano derecho a la contradicción


De camino al desfile cívico militar observé a un padre que compraba una gran escarapela para su pequeño, la cual colocó en el vistoso polo rojo que el niño llevaba esa mañana de 27 de julio. La estampa de tierna pasó a ser espantosa. Vi como el niño mientras luchaba por desempacar el chocolate, que tenía entre las manos, recibió la gran ayuda y el mal ejemplo del padre, que tomó la envoltura y la arrojó sin reparo alguno a la vereda. Me pareció entonces estar frente al retrato de una realidad nacional. Se me pobló la mente de compatriotas que se golpean el pecho, cantan a viva voz el himno, se visten rojo y blanco, van a desfiles, pone la bandera en su fachada pero siguen ensuciando calles, trabajando menos, viendo la oportunidad para aprovecharse del otro y claro, jurando que son bien peruanos. Sí señores, sapiente dicho el que versa: ¡Del dicho al hecho, hay muy trecho!

Parece que en estos días Machu Picchu se pone más a la moda, al igual que la música criolla, el Caballo de Paso, la Causa Limeña, entre otros platos peruanos, los reportajes de los peruanos que viven en el exterior, y el patriótico ¡Qué lindo es el Perú, Señores! Pero a la par, que incoherentes somos los peruanos. Porque mientras vemos a muchachos y cajeras vestidos de chalanes en los supermercados, hay, en una playa o en un restauran muy fino, un señor que se lleva la gran vida y sigue pensando que el part time es la mejor forma de pagar menos y explotar más. Porque hay en la calle del frente un señor que les dice a sus hijos que amen a su patria, mientras tira su colilla de cigarro al piso y resondra al canillita que limpia su parabrisas. Porque hay un taxista o un transportista que aprovecha que sean días de fiesta para subir su tarifa, y hacer su criollada si el pasajero es extranjero. Porque en el Perú hay congresistas que le dicen a maestros mal pagados “comechados” y pagan a un ramillete de asesores y funcionarios para que hagan su trabajo; mientras ellos siguen comiendo del dinero del pueblo, y no perdiendo la oportunidad de negociar una presidencia en la próxima elección del Congreso. Ese es el Perú de los peruanos de pura finta. Nadie critica el entusiasmo que en estas fechas se imprimen en los peruanos, sino la fugacidad e ineficacia de él.

A Dios gracias no es un panorama totalizador. Hay gente conciente de que el Perú es más grande que sus problemas, y que hasta quizá, con pocas esperanzas, espera que un día el cambio del país vaya más allá de un soñada reforma judicial y una lucha anticorrupción. Hay peruanos que esperan un cambio de actitud y luchan a contracorriente por él. Hoy más que nunca, el Perú no necesita desfiles que demuestren el mal estado de nuestros vehículos que se detienen en plena Parada Militar. Nuestro país urge de un patriotismo que imprima y que no deprima. Un amor a la nación que va desde no arrojar un resto al suelo, a no robar el tiempo llegando temprano al trabajo; desde no pisar nuestra áreas verdes, hasta no meter el carro en el paso de cebra frente al semáforo en rojo.

Es muy fácil pasar hablar de lo hermoso del país a lo más pesimista de él. Pero sobretodo lo es lamentable porque todo lo feo sucede, y más que nunca. El peruano parece ejercer a diario su soberano derecho a la contradicción. Quizá la solución para no juzgar tanto ese grado de incoherencia es legitimarlo para que evitar la vergüenza. Lo irrisorio es que usted, amigo lector, al igual que este humilde servidor, como humanos estamos sujetos a estas pataletas del ánimo peruano y humano. Como alguna vez lo dijo el famoso escritor francés Charles Péguy: “Lo único que nos faltó incluir en la Declaración de los Derechos del Hombre fue el derecho a la contradicción”.
Por Frank Córdova

viernes, 27 de julio de 2007

Mi novela favorita: Radionovelas


Hay gentes que recuerdan con nostalgia esos años en los que el lonche se digería mejor con la oreja pegada a la radio. Las radionovelas eran, en ese entonces, una necesidad. Mis recuerdos son más actuales; y es que yo no vivía cuando por Radio Nacional se escuchaba llorar a la desdichada Natacha. Mis épocas noveleras solían ser, no luego del lonche, sino luego del almuerzo, y no eran novelas propiamente dichas sino poemas con poca rima o cuentos raros.

A fines de los noventas, Cisneros, el poeta, se hacía llamar el oso hormiguero ―nunca fue de mi agrado tan bizarro sobrenombre―. No sé cómo comenzaron a gustarme esos roncos relatos con muy mal sincronizada música de fondo, pero esos detalles no importaban. La idea era mover el dial, tirarme a la cama, cerrar los ojos y ver sin mirar. En casa no sólo yo compartía esta extraña afición, el abuelo, sentado en una esquina de la cama con la quijada incrustada en el pecho y con los anteojos aún puestos, también veía sin abrir los ojos.

En estas épocas de felona desconfianza nadie ve sin mirar. Esos menesteres ya no son necesarios: la vista es ahora la mayor preocupación de los grandes grupos mediáticos. Sin embargo, no todo es tan oscuro como aparenta. Un selecto grupo de escritores, guionistas, actores y técnicos han dado la valía necesaria al medio más utilizado en nuestro país. Llevar a la radio a Cervantes, Stendhal, Flaubert, Wilde, entre otros no menos importantes, es toda una hazaña de la que, felizmente, seremos (o deberíamos ser) cómplices. Hazaña digo refiriéndome no sólo a la difícil tarea de convertir 400 páginas en una hora de diálogos, sino a la osadía de salpicar cultura a una población tan venida a menos en esos temas. El proyecto ya arrancó y durará dos años aproximadamente, sólo hace falta invertir sesenta minutos el sábado al mediodía para dejarse llevar por las ficciones más famosas de la literatura mundial. La decisión es, desgraciadamente, diría Sartre, toda nuestra.


Por Santiago Gómez

Fujimori & Company


Orlando Álvarez será un nombre que perdurará en la memoria de los peruanos como un ingrato recuerdo. Este juez nos ha creado el sinsabor de saber que no sólo la justicia peruana anda más ciega que nunca, sino que la internacional –verbigracia: la chilena- padece del mismo mal. Aunque el falló que niega la extradición ha sido un baldazo de agua fría, sobretodo cuando a entender de la fiscal Mónica Maldonado había mérito jurídico para que sea factible, era algo previsible viniendo de un juez conservador y gestor de una justicia chilena cuestionable de expedientes oscuros como el de Pinochet. Álvarez puede ser visto como un miembro de la gran corporación de la corrupción fujimorista cuando, más allá de denegar la solicitud de extradición y no otorgarle valor a ninguna prueba testimonial y documental adjuntada a los cuadernos de extradición, exige pruebas documentales de la emisión de órdenes para matar o desaparecer personas; sin ellas, considera que los crímenes de Barrios Altos y La Cantuta fueron hechos aislados y que Fujimori no tuvo participación alguna.

El gobierno peruano de turno parece también figurar en la planilla de FUJIMORI & COMPANY. Hasta ahora no hay un pronunciamiento debido de Alan García, muy impropio de un hombre acostumbrado a la verborrea y aparición pública. Tal pasividad no hace más que ratificar ese acuerdo inmaterial pero visible que existe entre el oficialismo y los fujimoristas, sin los cuales no se tendría un contundente apoyo en el Congreso aprista. Aquella sentencia de Keiko Fujimori, por la que afirmaba que la vuelta de su padre no le convenía al gobierno, parece haber sido muy bien asimilada y meditada por los apristas que, ante situaciones así, quedan demasiado estrellados. ¿Qué tendría que decir un presidente, ex prófugo, que escapó, hace ya 17 años, con los bolsillos llenos de lingotes dejando al país en la más grave de sus crisis económicas; y que, por esas amnesias de los peruanos y esos caprichos del destino, ocupa hoy el sillón presidencial?

Fujimori anda chino de risa. No podemos determinar con seguridad si la extradición estuvo mal planteada. No sabemos si fue tan solo una casualidad que, horas mas tarde de conocerse la resolución de la justicia chilena, la Cámara de Diputados de Chile ratificó el TLC con Japón. ¿Hubo presiones? Hay suspicacias. Sólo sabemos que Chile se convierte en el próximo destino turístico de muchos prófugos y delincuentes internacionales ansiosos de impunidad.

En esta “pichanga justiciera”, el Perú ha jugado con sus no consolidados argumentos jurídicos, mientras FUJIMORI & COMPANY juega con sus mejores técnicas en el plano político, postulando por aquí y por allá.


Por Frank Córdova