sábado, 8 de septiembre de 2007

La poesía en Cardenal


“Bienaventurado el hombre que no sigue las consignas del Partido
ni asiste a sus mítines
ni se sienta en la mesa con los gángsters
ni con los Generales en el Consejo de Guerra
Bienaventurado el hombre que no espía a su hermano
ni delata a su compañero de colegio
Bienaventurado el hombre que no lee los anuncios comerciales
ni escuchas sus radios
ni cree en su slogans
…Será como un árbol plantado junto a una fuente”

Salmo 1, Ernesto Cardenal.


Tiene 82 años, una obra publicada en 20 idiomas, más de 200 ediciones y una vida maravillosa. “Su poesía postuló siempre el amor como trascendencia universal”, han señalado un gran número de intelectuales y escritores que han propuesto a Ernesto Cardenal para el Premio Nobel de la Literatura. El sacerdote de cotona larga, blanca barba y boina negra es una leyenda viviente y uno de los poetas vivos más importantes de la literatura latinoamericana.

La pobreza de un pueblo, un sueño de justicia, un espíritu de lucha, una posición política, una sensibilidad inmensa, Dios, algo que decir y escribir han hecho de Ernesto Cardenal un ser imprescindible para la literatura y la historia. Los distintos apoyos, las voces que respaldan su candidatura han sido por estos días una noticia grata, justa, coherente y de una alegría excesiva. Ernesto Cardenal ha hecho de su existencia una mezcla armónica de poesía, política y religión. Como presagio de algo grande, Granada le vio nacer; León, escribir los sus primeros versos. Estudio con los padres jesuitas en un colegio donde ya lo habían hecho los escritores vanguardistas José Coronel Urtecho y Pablo Antonio Cuadra. Coronel fue un maestro, una influencia, una calidad literaria para Cardenal; quien sostuvo alguna vez de aquel: “Si Nicaragua vuelve a dar otro nombre a la literatura mundial, de no ser Coronel Urtecho, se deberá, al menos en mucha parte a él”.

Amó y estudio letras y filosofía en México, donde conoció a Rafael Heliodoro y a Ernesto “Tito” Monterroso. Comprometido en la lucha contra el general Anastasio Somoza, en 1954 participó en la fracasada conjura que pretendía derrocar al dictador. Se ordenó sacerdote en 1965 y creó en su país la abadía de Solentiname, poderoso foco de la revolución de la vida cultural y religiosa iberoamericana que fuera destruido por orden de Somoza. Fue ministro de Cultura en el gobierno revolucionario sandinista. De esa época (marzo de 1983) data la amonestación pública que le hizo el Papa Juan Pablo II, al visitar Nicaragua, por mezclar la religión con la revolución.

Si algo es redundante y necesario, cuando se habla de la poesía de Cardenal, es el hecho de que la lírica contemporánea no sería la misma sin él. El poeta nicaragüense ha dotado a la poesía de una apertura total hacia temas actuales, vivos, inmediatos, desapercibidos en contraposición a otros poetas, que prefirieron temas abstractos o filosóficos. Con la profundidad de estos últimos, sus líneas encuentran al hombre común perdido y traicionado, y hasta a veces inconsciente de ello, que se sienta para caminar el los lapsos de su existencia.

En la poesía de Cardenal habitan una diversidad de asuntos que hasta entonces no habían entrado en la poesía, por ser considerados propios de la prosa: los alegatos contra las dictaduras, la nostalgia de la patria lejana, la cotidiana experiencia, la calidez y la sensualidad del amor, un espacio para la espiritualidad, la crisis humana, el otro lado del hombre, el misticismo religioso, y el humor. Con su poética ha iniciado una renovación en las letras de su país y una nueva visión de la poesía.

Su obra ha acuñado una tendencia realista que se compromete con su mundo, con la política militante, con el ciudadano ordinario, con el hombre que la realidad no le permite ser. Tiene su obra un carácter que revoluciona el espíritu, los órdenes humanos y que empuja al hombre mismo a la consecución de ideales como la justicia y la lucha por la igualdad. Su palabra es democrática. Se ordena como una forma de oración, una plegaria que no se aparta del sueño. Denuncia. Pero posibilita la risa, el lamento y la pena por ese mundo que huye de las manos del mismo hombre. En esa medida también sus palabras son recurso surrealista de lenguaje urbano, desgarrado, vehemente, enérgico y a veces aliterario. Sus poemas, de los más ricos en el panorama hispanoamericano del siglo XX.

"En la larga noche oscura de dolor y muerte que asoló nuestro suelo durante 17 años de cruel dictadura militar la voz y los versos del poeta, enamorado de Jesús y de Sandino, nos ayudaron a sostener la lucha y esperanza que aún nos alienta cada mañana al despertar", ha mencionado el poeta Reynaldo Lacámara, presidente de la Sociedad de Escritores de Chile, dando venia a la reconocida candidatura.

Conociendo lo incoherente que es la historia, y el hombre mismo; los que hemos gozado de sus líneas soñamos que justamente sea premiado, aunque si no lo es…no importa; porque al igual que otros grandes escritores, Ernesto Cardenal se merece un premio que no se da en este mundo. ¿Cuántas palabras son necesarias? ¿Cuántas, se pueden decir de la poesía de Cardenal? La respuesta, estimado lector, mágicamente… está flotando en el aire, habitando en sus libros, revoloteando en el corazón.


Por Frank Córdova

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